LA REVOLUCION DE OCTUBRE

26.03.2021

Causas económicas

Vladimir Ilich Lenin (POSD de Rusia)

Las causas económicas de la Revolución rusa se atribuyen en gran medida a la mala gestión del zar, sumado el Imperio a la Primera Guerra Mundial. Más de quince millones de hombres se unieron al ejército, que dejó un número insuficiente de trabajadores en las fábricas y las granjas. El resultado fue una escasez generalizada de alimentos y materias primas. Los obreros tuvieron que soportar terribles condiciones de trabajo, incluyendo jornadas de doce a catorce horas y bajos salarios.

Se desencadenaron cuantiosas revueltas y huelgas reivindicando mejores condiciones y mayores salarios. Aunque algunas fábricas accedieron a las peticiones para elevar los salarios, la inflación de guerra anuló su efecto. Hubo una protesta ante la que Nicolás respondió con violencia, en respuesta, los trabajadores de la industria fueron a la huelga y paralizaron de hecho el ferrocarril y el resto de redes de transporte. Las pocas mercancías que estaban disponibles no podían llevarse a su lugar de destino. Los precios se dispararon a medida que los bienes esenciales eran cada vez más escasos. En 1917, el hambre amenazaba a muchas de las grandes ciudades.

Causas sociales

Las causas sociales de la Revolución tienen su origen en siglos de opresión del régimen zarista sobre los desposeídos.

Aproximadamente un 85% del pueblo ruso formaba parte del campesinado, oprimido por la aristocracia feudal y los funcionarios imperiales. El vasallaje, asociado comúnmente con la Edad Media, describe con precisión la situación social de la Rusia de principios del Siglo XX.

La Primera Guerra Mundial sólo aumentó el caos. La ingente demanda de producción industrial de artículos de guerra y obreros causó muchas más insurrecciones y huelgas. Además, como se necesitaban a muchos trabajadores en las fábricas, los campesinos emigraron a las ciudades, que pronto se vieron superpobladas, viviendo bajo condiciones que rápidamente empeoraron. Para colmo, mientras que la cantidad de alimentos requerida por el ejército era cada vez mayor, el abastecimiento tras el frente se empobrecía más y más. En 1917, el hambre amenazaba a la mayoría de las grandes ciudades. La suma de todos los factores anteriores contribuyó a un creciente descontento entre los ciudadanos rusos, que posteriormente desembocaría en la Revolución.

Causas políticas

Desde al menos 1904, los trabajadores de Rusia sufrieron una calamitosa situación económica. Muchos de ellos trabajaban once horas al día. Las condiciones de salud y seguridad en el trabajo eran precarias, y los salarios bajaban.

Se produjeron numerosas huelgas y protestas con el paso del tiempo. Casi todas fueron ignoradas por el gobierno zarista o reprimidas, en ocasiones de una manera sangrienta.

El fracaso de la política exterior rusa, especialmente en el Lejano Oriente con el fracasado intento de conquista de Manchuria y la debacle del ejército y la armada imperial durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1905 causaron hondo malestar en distintos sectores sociales del país.

Parte de la clase intelectual (educada en muchos casos en Occidente) también rechazaba la autocracia zarista. En 1915, la situación se tornó crítica cuando Nicolás decidió tomar el control directo del ejército, supervisando personalmente el frente de guerra y dejando a su incapaz esposa Alejandra al cargo del gobierno. Sobre octubre de 1916, Rusia había perdido entre 1,6 y 1,8 millones de soldados, a los que había que añadir dos millones de prisioneros de guerra y un millón de desaparecidos. Poco ayudaron estas cifras a la moral del ejército. Comenzaron los motines, y en 1916 empezaron a circular rumores de confraternización con el enemigo. Los soldados estaban hambrientos y faltos de calzado, munición e incluso de armas. Se culpó a Nicolás de estas calamidades, y el pequeño apoyo que todavía le quedaba empezó a tambalearse.

A medida que este descontento general y odio hacia Nicolás II crecían, la Duma(cámara baja del parlamento ruso integrada por terratenientes, ciudadanos, trabajadores de la industria y campesinos) emitió una advertencia al zar, en noviembre de 1916, declarando que se avecinaba el desastre sobre la nación si no se ponían en marcha reformas constitucionales. Como era de esperar, Nicolás hizo caso omiso. El resultado no se demoró, y, varios meses después, el régimen colapsó durante la Revolución de febrero de 1917.

Durante el verano de 1917, la confianza en que "la Gran Revolución Rusa" uniría a los ciudadanos había dado paso a la división. Bajo ataques desde la derecha y la izquierda, los Gobiernos de Lvov y Kerensky se enfrentaron al desplome de las ilusiones sobre la capacidad del pueblo para fortalecer su concepto de democracia y ciudadanía Cuando se comprobó que las masas no lo apoyaban, esos Gobiernos recurrieron cada vez más a la fuerza del Estado como única forma de persuasión.

Las diferencias se hicieron irreconciliables. El lenguaje de clases, de revolución social y no sólo de reforma política se impuso a los otros lenguajes (liberal, democrático, constitucionalista) que compitieron en ese escenario de crisis de autoridad. Lo que había comenzado en febrero con un motín en la guarnición militar de Petrogrado, se había convertido tan solo ocho meses después en una violenta y radical revolución social, extendida al campo, a las fábricas, al frente y a los pueblos no rusos del imperio. A esa rebelión le faltaba que alguien supiera llenar el vacío de poder que estaban dejando el fracaso y la soledad del Gobierno de Kerensky tras el golpe frustrado del general Kornilov. El camino estaba despejado para un partido revolucionario y contrario a la guerra. Y ahí aparecieron los bolcheviques. Y Lenin.

La Revolución de Octubre de 1917 fue uno de los principales acontecimientos del siglo XX y los historiadores han mostrado en torno a él diferentes interpretaciones. Las investigaciones más recientes de Christopher Read, S. A. Smith, Peter Holquist o Rex A. Wade superan las clásicas disputas entre la propaganda soviética y la antimarxista y subrayan la importancia del eslogan "Todo el poder para los sóviets" y de cómo el apoyo popular a esas instituciones surgidas desde abajo allanó el camino a la conquista del poder por los bolcheviques.

El Gobierno provisional careció de legitimidad desde el principio. Desde el verano, estuvo atrapado por una serie de crisis en cadena: en el frente, en el campo, en las industrias y en la periferia no rusa. Pocos Gobiernos podrían haber hecho frente a todo eso, y menos sin un ejército en el que confiar. El apoyo de trabajadores, soldados y campesinos a los sóviets, la institución dedicada a promover la revolución social, se combinó con la decisión fatal de los Gobiernos provisionales de continuar la guerra. Y el fiasco del golpe de Kornilov en agosto de 1917 ya había mostrado que la derecha estaba todavía desorganizada y la contrarrevolución no tenía en ese momento posibilidades de vencer.

Con visional y los dirigentes del sóviet mostraban su incapacidad para solucionar los problemas, los bolcheviques se convirtieron en la alternativa política para los desi­lusionados y para quienes buscaban un nuevo liderazgo. Como no tenían responsabilidad política, recogieron los frutos de la división y declive de los otros dos partidos socialistas, los mencheviques y los socialrevolucionarios. Su rechazo al Gobierno provisional les dio, a los bolcheviques en general y a Lenin en particular, lo que el menchevique Nikolai N. Sukhanov (1882-1949) llamó en sus memorias una posición "comodín", por la que podían representar y adaptarse a cualquier cosa.

Los vientos de cambio que soplaban desde el verano, impulsados por las críticas a las autoridades y las alabanzas a los sóviets, comenzaron a plasmarse desde finales de agosto en poder institucional. Bolcheviques, socialrevolucionarios de izquierda y mencheviques internacionalistas tomaron el control de los diferentes sóviets de distrito de Petrogrado, de los sindicatos y comités de fábricas, y de comités de soldados y campesinos en algunas provincias. El 25 de septiembre, el sóviet de Petrogrado, el principal bastión de poder desde la revolución de febrero, eligió una nueva dirección de izquierda radical, y León Trotski, que había salido de la cárcel el 4 de septiembre y que acababa de ingresar en el partido bolchevique, se convirtió en su presidente, sustituyendo al menchevique Chjeidze. Al mismo tiempo, los bolcheviques asumieron el control del sóviet de Delegados Obreros de Moscú.

Con tantos poderes en sus manos, podían reivindicar que hablaban y actuaban en nombre de la "democracia del sóviet". Ese control del sóviet de Petrogrado y de otros en las provincias es lo que permitió la Revolución de Octubre, y sin ese proceso de conquista del poder en las semanas anteriores, sería difícil imaginarla. La Revolución de Octubre comenzó como una defensa de la idea del poder de los sóviets, posibilitada por una crisis profunda del Gobierno de Kerensky.

Puede ser que "octubre" fuera un "golpe" en la capital, señala Allan K. Wildman, "pero en el frente fue una revolución". Los soldados no sólo no quisieron echar abajo a ese incipiente poder bolchevique, sino que frustraron los esfuerzos desesperados de Kerensky y del anterior "defensista" comité ejecutivo del sóviet de Petrogrado "para trastocar la victoria bolchevique, trasladando tropas desde el frente". La participación de marinos de la flota del Báltico, que ya habían tenido una influencia notable en 1905 y en febrero y julio de 1917, fue también muy visible en octubre. El golpe de Kornilov había destruido allí la escasa autoridad que les quedaba a los oficiales.

La apuesta bolchevique había logrado su objetivo primordial, sin apenas resistencia. Petrogrado parecía seguro, pero, pese a su importancia como centro de poder político y de comunicaciones, era sólo una ciudad. Había que comprobar qué pasaría más allá de la capital, en el frente, en las otras ciudades y provincias y en la periferia del vasto imperio ruso. Y ver cómo responderían los trabajadores y los campesinos al nuevo poder; y todos los otros socialistas de izquierda que habían quedado fuera del Gobierno bolchevique.

A comienzos de noviembre, los bolcheviques tenían el control de las principales ciudades de la región industrial del centro, norte y este de Moscú, en los Urales, en las partes más cercanas del frente y entre los marinos de la flota del Báltico. Derrotados sus adversarios militares por el momento, asegurados los principales centros de poder, Lenin y los bolcheviques pudieron dedicarse a temas apremiantes: conseguir la paz, atender a las reformas radicales que había reclamado desde abajo el movimiento de los sóviets y reorganizar el poder, presionados por los socialrevolucionarios, para que ampliaran su Gobierno y convocaran la Asamblea Constituyente, algo que los anteriores Gobiernos provisionales habían aplazado una y otra vez hasta que finalizara la guerra.

Las heroicas jornadas de octubre -como las describió el periodista norteamericano John Reed- estremecieron al mundo. Se abrió una nueva época para la humanidad. Ningún hecho posterior puede opacar la grandeza de los bolcheviques rusos. El 7 de noviembre de 1917 se conjugó lo más alto de la intelectualidad política europea con el espíritu revolucionario de la clase obrera rusa y la lucha de los campesinos por la tierra y sus derechos.

Las hazañas de 1917 y de los años en que Lenin tuvo la conducción del proceso constituyen hitos de valor ejemplar e imperecedero en la lucha de los pueblos por la conquista de la libertad. Durante años y décadas, los comunistas y el pueblo de la URSS libraron batallas colosales y alcanzaron, en los campos económico, social, político, cultural y militar, avances prodigiosos. En relativamente corto tiempo histórico, convirtieron al empobrecido y explotado país que heredaron en una potencia mundial de primer orden.

La Revolución rusa fue la primera que ganó el proletariado, pues la Revolución Francesa -de carácter burgués- dejó intacta la propiedad privada capitalista de los medios de producción como sistema económico imperante. En cambio, la Revolución rusa fue la prueba tangible que necesitaban los parias de la tierra para estar seguros de que el sueño de Marx no era irreal.

La Gran Revolución Socialista de Octubre abrió para la Humanidad una nueva era, la del paso de la teoría del socialismo científico a la práctica humana del socialismo.

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